Valencia, Palau de les Arts
“FARINELLI Y SU TIEMPO”
Les Musiciens du Prince-Monaco
Director Gianluca Capuana
Mezzosoprano Cecilia Bartoli
Actor y bailarin Nicolas Payan
Obras de Georg Friedrich Händel, Nicola Porpora, Johann Adolf Hasse, Georg Philipp Telemann, Antonio Vivaldi, entre otros.
Valencia, 3 de noviembre, 2022
Cecilia Bartoli debutó en la Sala Principal de Les Arts con ‘Farinelli y su tiempo’, que rememora la época de esplendor del famoso castrato italiano. Acompañada por Les Musiciens du Prince, el director Gianluca Capuano y el bailarín y actor Nicolas Payan inaugura el ciclo ‘Les Arts és Grans Veus’ en el que el centro de artes valenciano reúne a los intérpretes de mayor prestigio y renombre de la escena internacional.
Finalmente cantó en Les Arts 17 años después de la inauguración del teatro. Esta brillante intérprete, musicóloga e investigadora historicista, es directora artística del Festival de Pentecostés de Salzburgo desde 2012 y colabora con regularidad con Les Musiciens du Prince, que funciona por su propia iniciativa desde 2016 bajo el auspicio de la familia principesca de Mónaco. Será además directora de la Ópera de Montecarlo a partir de 2023, aparte de continuar con sus recitales, óperas en las mejores salas líricas y colaboraciones con creadores de distintos ámbitos. Y fue la primera mujer en cantar en el Vaticano. A pesar de no dedicarse en concreto al famoso castrato Carlo Broschi y el título del programa, tan vinculado a la corte de Felipe V, Bartoli trajo un repertorio exigente, trufado de improvisaciones, ejecuciones ad libitum, donde fueron imprescindibles y notorias sus interacciones con los músicos y el actor Nicolas Payan. La esperaba una Valencia fulgurante, de un otoño amable y soleado, cuajado de luz, con la presencia de un auditorio arquitectónicamente lujurioso volcado hacia el exterior, lleno de estanques y verdor que recuerdan sin cesar su cercanía del mar y la placidez de Neptuno que envuelve la vida de una ciudad privilegiada donde conviven la moda, las artes, la música, el comercio, la Ford, una Lonja preciosa y un gran trasiego, muy marinero y muy mediterráneo.El atrezzo, y la puesta en escena, muy eficaz y con pocos objetos pero mucha imaginación, en esta ocasión, importante, un improvisado camerino funcional además, que le permitió a la cantante cambiar de pelucas, medio desvestirse ante el público para ponerse y quitarse enaguas, lápices de labio, sus maravillosas y paseadas botas de mosquetero, y al final, la cola y las plumas bermellón evocadoras de un Farinelli esplendoroso, cubierto de oropeles, lujo, joyas, ricas telas y complementos diversos ( como los que lucían los ricos portadores de la marca que patrocinaba esta velada, homenajeados en privado aunque a la vista de todos y tocados con un hilillo verde en la muñeca como signo de distinción del resto de la audiencia, entregada, que colmaba la capacidad de la sala). Completando la presentación teatral, proyecciones de cuadros con referencia a las arias interpretadas, donde no faltó un Dante y un cuadro prerrafaelita para acompañar la presentación de la Cleopatra de Bartoli (de Hasse) (rememorando a Liz Taylor en la película homónima, escote provocador, corte de pelo Bob, adornos dorados y zapatos de tacón a juego. Le faltó la serpiente…pero hubo dos abanicos de plumas de avestruz que desahogaban a la faraona). Se abrió la velada con la obertura (Sinfonía) de la ópera de 1711 Rinaldo de Händel, y « Lontan dal solo…Lusingato dalla speme» de la ópera de Nicola Porpora Polifemo (Londres, 1735). Mentor de Farinelli), Siguió la inefable «Lascia la spina» del oratorio de 1707 Il trionfo del tempo e del Disinganno también de Händel, que la mezzo desgranó “en douceur”, aprovechando para cuidar una voz que transitó por la humedad de Barcelona, luego la sequedad desértica madrileña para volver finalmente al mar, una prueba para un instrumento entregado y delicado. Tres conciertos en esta gira. El sonido de Les Musiciens du Prince-Monaco es cuidado, con unos solistas de gran nivel, como la trompeta de Thibaud Robinne, genial en la pieza de Telemann o en desafío de propina con Bartoli al final, el oboe de Pier Luigi Fabretti, la tiorba de Miguel Rincón Rodríguez o el cello solista de Marco Frezzato y el resto. Y una increíble capacidad lúdica, para seguir la fiesta a su cantante.Un pajarito volador hizo su entrada en “Augelletti che cantate» de Rinaldo que manejaba Bartoli y se posaba sobre el público o sobre algún atril de un músico preparado para la ocasión. El uniforme de les Musiciens, por cierto, también de diseño, negro con detallitos en rojo, vivos en la solapa y bolsillo o en el primero de los botones de la chaqueta.La Ode for St. Cecilia´s Day en inglés terminó con el programa anunciado, pero a continuación los “encore” tan esperados: el aria «A facile vittoria» de la ópera de Agostino Steffani, Tassilone (Düsseldorf, 1709), un fragmento de jazz con juguetona trompeta en «Summertime» de Porgy and Bess de George Gershwin. Luego la napolitana “Non ti scordar di me”, de Ernesto de Curtis popularizada por Bengiamino Gigli y Pavarotti, Nucci, Mina y tantos otros. El final alla Farinelli, a toda orquesta, con ramos de flores del público cercano y hasta una chistera de regalo para la cantante. Cien, mil, diez mil aplausos (como le escribía el poeta Catulo, enamorado a Lesbia) con los presentes en pie. Bartoli conoce muy bien las posibilidades y características de su voz, que no es infinita, pero sí sabia para conseguir el juego de los tempi y las dinámicas, los vaivenes entre los forte y los pianissimi, la fluidez sonora, el increíble legato. Llena el espacio con sus agilidades acrobáticas, de trapecista siempre en busca del triple salto mortal, sin redes, con fioriture incontables Notable su dicción italiana, la ligereza, los ornamentos, la entonación y ese vibrato stretto.Lo mejor de esta cantante no es solo la voz, además, es la pasión, el deseo, la sinceridad, el arrebato con el que interpreta, se mueve, se recompone el cuerpo, se mesa el cabello, patea y dibuja un zapateado en el escenario. Esta mujer está viva…“La Bartoli es Italia, escribí una vez, una enorme porción de ese país inigualable, fundacional, de cada uno de nosotros y de todos. Acogedor, seminal, cálido y extrovertido. Como una manzana fresca, dulce y solar, interminable. Una loba eterna intensa que amamanta. Cálida, oceánica y morena, besadora, parafraseando a Neruda. “Como un regalo”, cantaba Gino Paoli”. Porque todo esto sigue vigente. Miguel Lorenzo es el autor de las imágenes.