Madrid, Teatro Real:”Lohengrin”

Madrid, Teatro Real, Stagione lirica 2013/2014 
“LOHENGRIN” 
Ópera romántica en tres actos de Richard Wagner
Libreto del compositor, basado en los romances Parzival, de Wolfram von Eschenbach
El rey Heinrich FRANZ HAWLATA
Lohengrin CHRISTOPHER VENTRIS
Elsa von Brabant CHATERINE NAGLESTAD
Friederich von Telramund THOMAS JOHANNES MAYER
Ortrud DEBORAH POLASKI
El heraldo ANDERS LARSSON
Cuatro caballeros brabanzones GERARDO LÓPEZ, ANTONIO LOZANO, RODRIGO ÁLVAREZ, ISAAC GALÁN
Cuatro pajes INÉS BALBÁS, HUGO FERNÁNDEZ, PATRICIA GINÉS, MARÍA GUZMÁN, CELIA MARTOS, LAURA PALOP, CATALINA PELÁEZ, PATRICIA REDONDO (Pequeños Cantores de la JORCAM)
Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real
Director musical Hartmut Haenchen
Maestro del coro Andrés Másperoruno Casoni
Directora del coro de niños Ana González
Director de escena Lukas Hemleb
Escenógrafo Alexander Polzin
Figurinista Wojciech Dziedzic
Iluminador Urs Schönebaum
Nueva Producción del Teatro Real
Madrid, 24 de abril 2014

Brillante Lohengrin. La magia que envuelve a la que podemos considerar la última “ópera romántica” de Wagner estuvo presente no solo en la música, en el texto y en la acción, sino que se sintió también en el ambiente que reinaba en la sala. El título, dedicado en todas sus funciones a la memoria del recientemente fallecido Gerard Mortier creó realmente un halo de misterio, lúcido y radiante a la vez. Magia blanca y magia negra se enfrentaron de la mano del enigmático caballero encarnado por el tenor Christopher Ventris, a quien escuchamos también en Lady Macbeth de Mtsensk por un lado y, la oscura Ortrud, interpretada por la reconocida soprano dramática Debora Polaski, por el otro. La tensión entre ambos, pieza clave del drama, condujo el hilo principal. Lohengrin, hijo de Parsifal y caballero protector del Santo Grial, anhela solo el amor incondicional de Elsa. Su objetivo es la redención, conseguida solo a través de la absoluta y fiel confianza. El tenor británico se mostró firme en su canto, con un caudal potente y de calidad y voz bien timbrada. Ésta, solo se quebró en los momentos finales, después del soberbio dúo de amor, donde el peso vocal que lleva durante toda la obra se hizo notar, así como el hecho de que los cantantes debían atravesar una orquesta formada por más de ciento veinte músicos. En consecuencia, este cansancio vocal, casi quedó en un lugar secundario. La también soprano dramática, Catherine Naglestad, Elsa von Brabant, fue la estrella de la velada. Su voz cautivó no solo el corazón de Lohengrin sino el de los presentes. La dulzura de su canto, su expresividad, su línea y su absoluto control, fueron un regalo para los oídos. El dominio no solo fue vocal sino que en escena se entregó creando un personaje digno de admiración. Representando a la otra pareja protagonista, Thomas Johannes Mayer y Deborah Polaski. El barítono alemán, cuya carrera internacional es relativamente corta (debutó en el Teatro alla Scala en 2008) fue un Friedrich von Telramund convincente, con voz adecuada y una correcta interpretación. Su intervención fue notoria en conjunto, pero hubiéramos agradecido un poco más de garra, tanto a nivel vocal como actoral. La experta Polaski volvió a evidenciar los problemas que ya dejó entrever en Il prigionero y Suor Angelica en este mismo Teatro en la pasada temporada y, gracias a su experimentada carrera, logró gestionar lo mejor posible estas dificultades vocales, evidentes sobre todo en los pasajes extremos de la tesitura. En cuanto al bajo-barítono Franz Hawlata, volvió a presentar problemas en la proyección vocal y en los agudos, que ya vienen arrastrándose desde sus anteriores representaciones en las temporadas del Teatro Real, Barón Ochs en Der Rosenkavavalier , (temporada 2010-2011) y el Doctor en Wozzeck (2012-2013). Fue buena la contribución de los cuatro caballeros brabanzones, Gerardo López, Antonio Lozano, Rodrigo Álvarez e Isaac Galán y los pajes, pertenecientes a los Pequeños Cantores de la JORCAM. Por su parte, el Coro del Teatro Real brilló en su papel, cuyo peso en esta ópera es vital ya que, inspirada en la función que tenían los coros en la tragedia griega, sus intervenciones son puntos álgidos donde narran el devenir de los acontecimientos. Hartmut Haenchen hizo una lectura musical que dejó entrever con claridad los elementos orquestales novedosos, como las combinaciones tímbricas que emplea Wagner, inusuales en su época, o la desintegración del sonido de los instrumentos de cuerda. La Orquesta Titular respondió con el sonido justo, irradiando el brillo que nace de las amalgamas musicales propuestas por el compositor. El espacio escénico fue diseñado por Alexander Polzin por encargo de Gerard Mortier, quien optó por partir de una concepción visual y no del enfoque del director de escena al cual estamos habituados. La propuesta giró en torno a una escultura que ocupó el espacio central (un bloque que Alexander Polzin “vació”. El bloque se correspondía en su tamaño al volumen interior del escenario del Teatro Real. En palabras del propio Polzin: “Con esta escultura escénica intenté crear lugares adecuados para cada uno de los acontecimientos que se desarrollan sobre la escena.”Si lo consiguió o no…lo dejo a la interpretación de cada cual. En mi opinión, la idea planteada junto a la iluminación cuya función fue esencial para lograr la ambientación que representaba las dualidades y dicotomías de la obra wagneriana, funcionó. El público valoró y premió con entusiasmo el trabajo realizado. En conclusión, creo que este Lohengrin In memóriam hubiera satisfecho a Gerard Mortier. Mercedes Rodríguez. Fotos Javier del Real