Madrid, Teatro Real: “La fille du régiment”

Teatro Real de Madrid – Temporada 2014-2015
“LA FILLE DU RÉGIMENT”
Opéra-comique en dos actos, Libreto di Jean-François-Alfred Bayard e Jules-Henry Vernoy de Saint-Georges
Musica di Gaetano Donizetti
Marie DESIRÉE RANCATORE
La Marquise de Berkenfiled REBECCA DE PONT DAVIES
La Duchesse de Crackentorp ÁNGELA MOLINA
Tonio ANTONIO SIRAGUSA
Sulpice LUIS CANSINO
Hortensius ISAAC GALÁN
Un Notaire MATHIEU BETTINGER
Un Caporal PEDRO QUIRALTE-GÓMEZ
Un Paysan PABLO OLIVA
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real
Dirección musical Bruno Campanella
Dirección del coro Andrés Máspero
Dirección de escena y figurines Laurent Pelly
Realizador de la Dirección de Escena Christian Räth
Escenografía Chantal Thomas
Adaptadora de textos Agathe Mélinand
Iluminación Joël Adam
Coreografía Laura Scozzi
Coproducción del Metropolitan Opera House de Nueva York, la Royal Opera House Covent Garden de Londres y la Wiener Staatsoper.
Madrid, 9 de Noviembre 2014

El Teatro Real de Madrid está en racha de buena fortuna. Y su público aún más. La producción de La Fille du regiment firmada por Laurent Pelly está dejando sin duda alguna momentos inolvidables, tanto para el público como para los solistas. Si hace apenas unos días se vivió el aplaudidísimo momento que terminó con bis del tenor mexicano Javier Camarena, la pasada tarde del nueve de noviembre el Teatro volvió a vivir una noche mágica. Y en esta ocasión, hubiéramos deseado un bis completo de la representación! La puesta en escena y las dinámicas que entretejieron los artistas, músicos, coro, tanto en las partes habladas como en las cantadas, estuvieron marcadas por varias características: en primer lugar la excelente calidad de todo el elenco, haciendo hincapié en el cuarteto protagonista, la soprano Desiré Rancatore, la mezzosoprano Rebecca de Pont Davies, el tenor Antonio Siragusa y el barítono español Luis Cansino. En segundo lugar, la agilidad y el ritmo que se dio a la interpretación vocal y escénica. En este segundo punto hay que destacar también la mano maestra de Bruno Campanella, experto y experimentado director en repertorio belcantista y la apuesta por la producción de Pelly, llevada a cabo por Christian Räth. Y para completar, una sensación mágica que se percibió tanto en el escenario como entre las butacas, desde el patio hato lo más alto. Esa sensación de emoción contenida y conjunta que aparece en algunas ocasiones cuando se unen los factores adecuados. Esta vez fueron una obra que, a pesar de su simple argumento, tiene un estilo compositivo que inevitablemente conquista al público, un estilo que sigue los patrones de la Opera Comique, con sus partes habladas, y sus números variados. Pasamos de momentos de gran ternura a animadas escenas cómicas o cantos patrióticos, como el Salut à la France, sin perder de vista la crítica social y la caricaturización de la aristocracia de la época. En este aspecto, destacó la hilarante actuación de la veterana actriz Ángela Molina, que tanto se metió en el papel que, su sobreactuación, resultó un tanto excesiva.
Y pasando a la parte puramente musical e interpretativa de los cantantes, la conjunción de las voces principales y, como he dicho anteriormente, las dinámicas que se produjeron en escena, propició el éxito absoluto de la velada. Desirée Rancatore incluyó todos los requisitos imprescindibles para bordar su actuación. Su Marie brilló por los momentos de ternura con Tonio, los divertidos junto al regimiento, y los de complicidad con Sulpice. Su voz, de una redondez y cualidad exquisitas y con un toque aterciopelado, dibujó líneas melódicas de extraordinaria delicadeza en todo su registro vocal. Sus agilidades fueron limpias y su canto se mostró fácil y versátil. En escena se comportó como una verdadera actriz, y fue una chicuela desenfadada y dicharachera, que con su ardid se hizo querer no solo por el Régimiento 21, sino por todo los presentes. Sus intervenciones, que no cesan durante toda la ópera, no hicieron que su voz ni su actuación menguaran en ningún momento, aguantando hasta las últimas notas. Tanto “Il le faut” en el primer acto, como la gran aria del segundo acto “Par le rang de l´opulence” fueron ampliamente aplaudidas y ovacionadas. El joven Tonio, tirolés enamorado de las dulzuras y travesuras de Marie, encarnado por Antonio Siragusa, fue otro toque de excelencia, tanto vocal como escénicamente. Los esperados nueve (Do4 o de pecho) llegaron sin dificultad y mostrando la mayor seguridad y comodidad en ese registro. Sin embargo, ese momento, bien resuelto y con firmeza, no fue el que marcó su actuación. En ocasiones, se espera con tanta ansia la famosa aria que parece olvidarse el resto de la obra, que encierra en sí otras dificultades a las que el público no presta tanta atención, y algunos fragmentos de extraordinaria belleza. Y así ocurrió en el segundo acto, cuando interpretó “Pour me raprocher de Marie”. Siragusa demostró no ser solamente un tenor con un extraordinaria seguridad en su registro agudo, sino que, en este aria, mostró la capacidad de emocionar a todo un teatro con la modulación envolvente de su voz. Fue tanto el sentimiento, que el teatro entero participó de esa emoción y le premió con una merecidísima ovación.
El tercer cómplice en toda esta trama, el Sargento Sulpice, estuvo a cargo del barítono español Luis Cansino. Su versatilidad y ostentosa presencia en escena, es una apuesta siempre segura. Cansino, con su entrega y buen hacer, fue partícipe de esa magia que se creó en el escenario, y aportó la complicidad necesaria a su interpretación para que la historia tuviera un deseado final feliz. Y no solo en lo referente a la escena, cuyo peso es muy significativo en esta ópera, sino también en el aspecto musical. Su vocalidad, con la morbidez justa para cada situación y con una zona aguda sólida, y sin fisuras en el resto del registro, aportó al conjunto protagonista calidad y madurez vocal. Ojalá podamos disfrutar cada vez más de los cantantes españoles de calidad en nuestros teatros, tal y como pueden disfrutarlos en otros países europeos y americanos con reconocidas temporadas operísticas. Y para finalizar el cuarteto protagonista, la inestimable aportación de la mezzosoprano inglesa Rebecca de Pont Davies, que bordó también su personaje, a caballo entre la rectitud, la culpabilidad y el reconocimiento del amor. Su voz se adaptó bien a cada uno de los registros emocionales por los que pasa su personaje, dejándonos también una valiosa aportación en escena. El resto de componentes del reparto cumplieron bien su cometido ayudando al buen nivel de la función. Destacó la labor del Coro Titular del teatro que se escuchó seguro y muy implicado escénicamente. La Orquesta Titular del Teatro Real no se quedó atrás, y ayudó con su sonoridad brillante y delicada a la vez, bajo las órdenes del bravo maestro Campanella que intuyó a la perfección cada gesto y cada emisión de los cantantes sobre el escenario. Éxito rotundo y gran ovación final con público en pie.